jueves, 11 de febrero de 2016

La derrrota que nos hace GRANDES

  Siempre es más fácil escribir en la victoria que en la derrota. Dejarse llevar por la euforia de una gesta o un triunfo hubiera sido lo propio para iniciar esta etapa de columnista de fútbol. Pero soy "celtista" y como tal, estoy acostumbrado a sobrevivir a las decepciones, a no ganar nunca nada, y os confieso que no puedo evitar morir por esta camiseta que me puse un día y tiñó mi piel para siempre.
Podría reprocharle al Toto que tiró el partido en Sevilla, que se suicidó dejándose llevar por la ambición, que traicinó a las leyes del fútbol cuando dejó a Otto como único hombre en la marca de Gameiro. Quizá demasiado peso para un jugador al que le falta madurez e inteligencia futbolística.
Tal vez podría recurrir a un tópico: esa maldita malasuerte que nos acompaña y que hace que fallemos cuando llega la hora de la verdad. A esa falta de capacidad para definir en los momentos claves, a desperdiciar todas las ocasiones que se generan en ese maravilloso torrente de fútbol que  guardará para siempre mi retina.
También podría hablar de que hay jugadores que abusan demasiado del regate, que no hacen el fútbol fácil, que se precipitan a la hora de tomar decisiones y que cuando tienen que definir llegan como patos mareados sin oxígeno... pero eso ya es lo de menos en estos momentos.
Quizá lo que más me hiere es sufrir una vez más un arbitraje sibilino y teledirijido, ese que te machaca en los pequeños detalles, que sanciona acciones similares de manera diferente, porque todo depende de la camiseta. No hemos perdido por culpa de los árbitros, pero nos han jodido demasiado y estoy convencido de que en igualdad de condiciones el resultado hubiera sido diferente. Así es este país, el pobre siempre será machado por los políticos, por la banca... en fin, el maldito poder que hace lo que les da la gana.
Yo no quiero que nos den nada, simplemente que traten a todos los equipos por igual. Pero es imposible para unos señores que imparten justicia en un circo, en un teatro bien montado. Siempre he pensado que a los árbitros no les gusta el fútbol, y si les gusta, pues lo disimulan muy bien. Creo que la mayoría de ellos son unos acomplejados y amargados que pagan su resquemor, sus traumas infantiles estropeando el fútbol, estoy seguro que en el colegio no les dejaban jugar al fútbol ni en los recreos. Otros simplemente no mandan ni en su casa y se redimen en el campo. Y todos son la voz de su amo, simplemente tienen que pitar como les mandan desde "arriba" si quieren seguir en la élite.
Hoy me ha quedado claro algo, los jugadores del Celta han honrado la camiseta, a nuestro escudo, al fútbol y a toda la afición. Sinembargo, el árbitro una vez más, se burló del Celta, se rió de la afición y manchó nuevamente el fútbol español. 
Es muy fácil, muy fácil pitarle al Celta; seguramente muchos no compartáis mi opinión, pero si alguna vez habéis estado en un campo de fútbol y habéis tenido que sufrir a un individuo de éstos sabréis de lo que estoy hablando.

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