martes, 29 de marzo de 2016

El día que me puse el 14


Quizá porque cuando eres niño no entiendes nada de fútbol; tal vez, solo piensas en jugar al fútbol conduciendo el balón hacia la portería con el único objetivo de marcar gol. La palabra equipo la reduces a definir a un conjunto de personas con la camiseta del mismo color. Simplemente quieres jugar y que tus padres te digan que eres el mejor. Pero con el paso del tiempo, a medida que vas madurando, descubres las caras más amagas del deporte, que como las de la vida te van haciendo más fuerte.
No recuerdo la primera vez que jugué un partido de fútbol, es una pena que ese momento se haya borrado, seguramente era demasiado pequeño. Lo que si recuerdo fue la primera vez que me pusieron de suplente, me viene a la memoria porque fue traumático, no entendía por qué no iba a jugar, por qué yo, si era ,en mi opinión, el mejor del equipo. Afortunadamente a esa primera vez le seguirían otras muchas que me hicieron entender que ni era el mejor ni tampoco imprescindible.
Al término de aquél partido me fui rápidamente para casa, llorando, contrariado... Cuando mi padre me vio tan alterado me puso la mano en el hombro y me preguntó si lloraba por perder el partido, algo habitual cuando tienes 9 años, a lo que yo le respondí que no. Me pidió que me tranquilizase pero no era capaz de calmarme, me insistió en su pregunta hasta que finalmente le confesé que lloraba porque me habían puesto de suplente. Él sonrió y entonces me preguntó "¿con qué número has jugado?", con las lágrimas en los ojos y balbuceando le contesté "con el 14". Mi padre sonriendo y con efusividad espetó "¡qué suerte! El número de Cruiff"; así fue cómo consiguió que parase de llorar y encontrase el consuelo en llevar el mismo número que "El Flaco".
Nunca vi jugar en directo a mi ídolo, solo en vídeos, me alimentaba de comentarios e historias de los que lo habían disfrutado; porque yo nunca fui de Maradona, yo era de Cruiff, ese tipo capaz de hacer cosas diferentes dentro y fuera del campo, capaz de hacer un remate imposible, un dribling inesperado o capaz de cambiar la historia de un club, la manera de entender el fútbol. Mi otro ídolo futbolístico ha sido Mostovoi al que en su juventud comparaban con con él ¿coincidencia?, rotundamente no. Siempre me gustaron los genios, esas personas diferentes que hacen que valga la pena pagar una entrada y consiguen que no sienta que al final de un partido he perdido 90 minutos de mi vida.
Gracias por hacernos disfrutar de la magia del fútbol que planificaba tu cabeza y que magistralmente ejecutaban tus pies. Gracias por cambiar la forma de entrenar. Gracias por cambiar el modelo de juego de los equipos. Gracias por enseñarnos a dejar de maltratar el balón. Gracias por reinventar el fútbol. Gracias por aportar sistemas tácticos innovadores. Gracias por aportar nuevas posiciones. Gracias "Flaco" por cambiar la historia de un país acostumbrado a perder.